El Decamerón
Primera jornada, cuento octavo
El Renacimiento es una etapa significativa de la historia de la humanidad que se inició en Florencia, Italia, alrededor del siglo XIV y que posteriormente se expandió a diversos países europeos, abarcando hasta el siglo XVII. Esta corriente se caracteriza por ser un periodo en el que el hombre se coloca como centro del universo, propicio para el progreso de distintas ciencias, así como para el surgimiento de cambios políticos, económicos y sociales, entre otros. Quizá gran parte de la importancia que tiene esta fase histórica radica en el legado cultural que produjeron numerosos artistas de disciplinas tales como la arquitectura, literatura, pintura, música y escultura. Uno de ellos fue Giovanni Boccaccio (1313-21 de diciembre de 1375), autor del libro El Decamerón, correspondiente a dicho movimiento.
El Decamerón nos muestra una amplia variedad de valores, estilos y formas comúnmente utilizados en el Renacimiento. Es una recopilación de cien cuentos narrados en diez días por diez jóvenes que al estar huyendo de la peste en Florencia, se guarecen en un inmueble a las afueras de su ciudad. La obra completa se centra principalmente en tres temas: el amor, la inteligencia humana y la fortuna.
En su estructura y contenido podemos apreciar la naturalidad, armonía y belleza de sus historias, la mayoría de carácter profano, propio de la concepción que comenzaba a forjarse en Florencia en el tiempo en que fueron escritas.
Se caracteriza por la inexistencia de rasgos ilusorios o ficticios y el desprecio que se hace a los arquetipos medievales. En este periodo el hombre llega a un estado en el que se siente como el dueño del universo. Tal vez sea por esto que se concede mayor atención a los problemas comunes por los que cualquier ser humano tiene que atravesar, como lo son los temas que trata El Decamerón.
En el Renacimiento el ser humano piensa que ahora es él quien rige su propio destino, contrario a lo que se creía en la Edad Media sobre el hombre, quien no podía gobernar su vida porque estaba sujeta a la voluntad y designios de Dios. Es por este motivo que las historias de El Decamerón nos enseñan un modo muy particular de analizar la vida: los problemas y la felicidad de las personas ahora dependen de ellas mismas y no totalmente de lo que decida un ser supremo y cada individuo tiene la facultad de transformar la situación en que vive, del ser más desafortunado al más dichoso, o como en este texto, del sujeto más mezquino al más dadivoso.
En la primera jornada, cuento octavo de esta obra, la historia comienza hablando de ciertos personajes: Filostrato y Bergamino (éstos tienen poca importancia dentro del relato) y de quien funciona como narradora, una mujer llamada Lauretta que será quien tome la palabra y dé propósito y forma a este cuento.
La historia que Lauretta narra trata acerca de un hombre que habitaba en Génova, de nombre Herminio Grimaldi que se caracterizaba por ser, además de rico, bastante avaro y miserable, pues se decía que se sometía a inimaginables penurias para no derrochar su dinero. Tal era su tacañería que la gente comenzó a llamarlo Herminio Avaricia. Por aquellos tiempos había llegado a Génova un caballero, Guillermo Borsiere, de buenas costumbres (luego de esto Lauretta se pierde un poco en reflexiones acerca de cómo se diferencian algunos hombres nobles en su forma de ser y actuar siempre haciendo el bien, de aquellos que son malévolos y sin vergüenza realizan acciones incalificables). Este señor fue admirado por todos en Génova y con el transcurso de los días llegó a sus oídos la mezquindad de Herminio, así que se decidió a visitarle. Herminio había escuchado que Borsiere era un hombre íntegro, y no obstante su maldad era un individuo muy atento, pues recibió a Guillermo amablemente, conversando con él y llevándolo junto con otros genoveses que los acompañaban a una hermosa casa de su propiedad. Después de mostrársela, le preguntó a Borsiere si conocía algo nunca antes visto para hacerlo pintar en el salón de su casa. Guillermo Borsiere le explicó que esta pregunta era algo difícil de contestar, pero que sí existía cierta cosa que Herminio jamás había visto: le pidió que pintara la cortesía en su casa. Ante tal respuesta, Herminio manifestó a Guillermo que la haría pintar de tal manera que nadie podría decir que no la había visto ni conocido jamás. Avergonzado, el avaro cambió totalmente su carácter, transformándose en el más generoso, ilustre y galante de Génova, sin que alguien lograra sobrepasarlo en su época.
Dentro de El Decamerón se difunde el misticismo y la sensualidad. Pero en el cuento octavo de la primera jornada se defienden los valores como: generosidad, gentileza, nobleza, honradez, cortesía y todos aquellos que den muestra de benignidad. Tal como aquí se manifiesta, ahora hay mayor atención a la vida presente (por esto los protagonistas se refugian a las afueras de Florencia en una finca, huyendo de la peste y disfrutando de las historias que cada noche se relatan) que en lo que pueda pasar en un futuro.
A pesar de los diversos temas tratados dentro de El Decamerón, y de tener las particularidades de claridad, equilibrio y hermosura que toda obra renacentista aspiraba a poseer, tanto en la literatura como en las artes en general, en el cuento octavo de la primera jornada, Bocaccio se concentra en la noción del individuo y sus cualidades moral y socialmente aprobadas o rechazables. Herminio Grimaldi es el prototipo de hombre avaro, egoísta y materialista. Por su lado, Guillermo Borsiere, además de inspirar bondad, nobleza, lealtad y caballerosidad, revela la astucia y la vivacidad en su forma de actuar. El punto clave está en que el hombre virtuoso (Guillermo Borsiere) se opuso a la avaricia de Grimaldi, exterminándola hábilmente. Se hace notar que las buenas costumbres y valores triunfan por encima de la maldad, la egolatría y el vicio.
Bibliografía:
Giacinti, A. (2005), Literatura Mundial. México: UAA.
D.R.M.
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