Aquel
que a la ardiente y lúgubre fosa
descendió
por encomienda divina,
y con
mirada noble y cristalina
vio la
suerte en que el pecado reposa.
Poeta,
ten fe que en tu corazón,
Mantua
te abraza, suave te preside,
pues en
la esencia de tu amor reside,
el bello
estilo que inspiró tu don.
Gracia
divina que en la verde edad,
por
belleza tan dulce y soberana,
musa
eterna serías de alma humana,
por
decreto de suprema voluntad.
Mela
dorada del jardín Hesperia,
al
cuidado del cobrizo Ladón,
fuera
del alcance del gris ladrón
por su
aliento a eucalipto e histeria.
Aram A. Hernández Martín,
Erwin Alonso Ramírez,
Juan de Dios Hernández
Gómez y
Luis G. González
Vázquez.
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