*Carlyle*
La historia de…
El ser humano tiene una necesidad innata de interacción con sus semejantes mediante su entorno. Por lo tanto, sea cual sea el medio en que se desenvuelve, éste siempre estará en constante juego con el hombre y sus actividades. Ya sea para obtener una utilidad por medio del comercio del uso de sus productos o de la explotación del lugar como tal. Las relaciones, al igual que los objetos de uso monetario, han pasado por una larga sucesión de etapas, mismas que no son precisamente primitivas, sino más simples. Un claro ejemplo es el del hombre jugando el rol de cazador e intercambiando carne o pieles a cambio de ayuda en la cacería o de conformar una tribu como tal. Tiempo después se observa el trueque, el cual implicaba el intercambio de alimentos por alimentos o alimentos por objetos de barro, animales o herramienta para la agricultura. Es en este momento cuando empieza la necesidad de una moneda. Podían intercambiar objetos, pero el valor que le daba cada individuo era algo subjetivo, dependía del uso y necesidad de la persona que lo adquiría o vendía. Además, una moneda era algo imparcial, teniendo un valor preestablecido, no habría problema de tasación y por otra parte, podría usarse homogéneamente. Ya no habría necesidad de ir cargando con una variedad de productos para lograr el trueque, mismos que corrían el riesgo de sufrir daños en el transcurso del viaje o en el caso de los alimentos, entrar en proceso de descomposición. Es aquí cuando en Italia se decide que necesitan no sólo una moneda que sustituya al sólido bizantino, sino que los represente como nación y tenga algo de su historia. Ahora entra en acción el oro italiano, con el cual se comienzan a acuñar los florines, “mismos que tenían en el anverso una flor de lis, de donde toma el nombre “florín”, y en el reverso a San Juan Bautista, en actitud de bendecir con nimbo y un báculo apoyado en su hombro izquierdo y superado con cruz, con la inscripción S.(anctus) JOHANNES B.(aptista) . El prestigio del florín florentino se debió en gran medida a la constancia de su peso y la pureza de su ley. ”[1]
Merces Rueda menciona que ”también es importante por el prestigio social que connota, ya que la mayoría de la gente tenía un bajo poder adquisitivo, lo que hacía que estas monedas sólo circularan entre la clase aristocrática. “[2]
Se trataba de una moneda muy valorada por su peso de 3,5 gramos de oro de casi 24 quilates, la más alta ley de las monedas de esta época. “Durante este tiempo los florines se acuñaban en la Casa de la Moneda, junto al Palazzo Vecchio, donde trabajaban los orfebres que controlaban la calidad del metal, garante de su estabilidad, y del grabado.”[3] Comenzó con el valor de veinte sueldos, y debido a su calidad, en veinte años después de la primera emisión ya había logrado aumentarlo a treinta. Su decadencia comienza luego de las quiebras de 1343-1346, seguidas de la gran peste que azotó Florencia y de las múltiples imitaciones que se dieron en toda Europa. Estas se dieron debido a que el florín se impuso como moneda casi absoluta en todo el continente, por lo que cada país quería tener algo parecido. “En las imitaciones se seguía el patrón de la flor de lis y de San Juan, sólo se cambiaba la leyenda de “Florencia” por la del lugar donde se hacían. “[4]
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