El blog de literatura renacentista


El blog de literatura renacentista

Publicación de los alumnos de la licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (Gen. 2011-2015)

jueves, 3 de mayo de 2012

Mediante el lente de la ciencia… mediante el lente de la magia.
Podemos imaginar un cielo trazado con inflamadas líneas áureas que plasman extravagantes dibujos uniendo las estrellas y guardando medidas respecto a los astros; tal vez una cabra, un toro, unos gemelos, un cangrejo, un león, una doncella, una balanza, un escorpión, un centauro, un hipocampo, un efebo derramando agua y unos peces en sincronía, como misteriosas imágenes influenciadas por los jeroglíficos egipcios o por algunos otros “sagrados” signos de alguna otra antigua civilización; junto a estos signos, una telaraña de medidas, orbitas y cadencias que advierten del paso de astros y cometas, y de las distancias entre ellos, incluso resaltando algunas estrellas, específicamente, para orientar, abajo, en la tierra o en el mar.
De todas estas orientaciones y de los detalladísimos ordenes del cielo también imaginemos que tienen el poder de encausar la soltura de los seres en la tierra con la misma potestad con que arrastran a los pesados y gloriosos astros en el cielo, pues existía un orden divino irrefutable que unía por sus analogías a las cosas en íntima coordinación; entonces tendremos que el paso del sol o cualquier otro astro por las casillas de los enigmáticos símbolos zodiacales ataría con su trayectoria a las piedras, las plantas, los animales y los aromas que estuvieran en estrecha relación con cada casilla, impregnando con sus rayos y vibraciones los sucesos cotidianos de esos periodos como el clima, los negocios, la guerra, el amor, y aún más interesante, los nacimientos; el paso del sol y los astros por las constelaciones impregnaban a su tiempo al humano, al igual que a toda creatura o cosa sobre la tierra o en el mar, es así que a los neonatos, el paso del sol por libra o tauro, los volvía bellos de aspecto y sensibles de pecho, pues ambas estaciones del zodiaco eran regidas por Venus, como también las dominadas por mercurio, géminis y virgo, al ser tocadas por el sol, otorgarían un carácter elocuente al niño y una facilidad para negociar.
Por estas leyes, al nacido bajo los rayos del sol filtrados por cáncer, dominado por la luna, le correspondía, aparte  de un carácter maternal e intuitivo, que la plata le fuera benevolente, así como la selenita entre las piedras.
Todo lo referido en estos primeros párrafos lo hubiera conocido con profundidad un astrólogo o cualquier adivino ávido a la realización de horóscopos, ya que incluso la influencia de los astros afectaba los meses, los días y las horas (información muy útil para el fabricante de amuletos y remedios diversos); y tal vez con no tanta extensión, pero sí  con claridad, cualquier hombre que presumiera de cultura  durante el Renacimiento, pues esta sabiduría astrológica ayudaba a explicar el proceder del destino para conocer, como a los vientos en el mar, la influencia más favorable y así poder decidir lo más adecuadamente posible.
Las estrellas, tenían atados a su brillo, como se mencionó antes, los meses, los días, las horas, las hierbas y las flores, las piedras y metales, y a los animales, además de influir en el humano sobre su carácter, sus habilidades y afinidades laborales e incluso eróticas, más  sobre los miembros del cuerpo y las entrañas, que ayudaba a los médicos de la época a prevenir enfermedades o cerciorarse sobre la causa de síntomas, y si los astros hacían fluir enfermedades y afectaciones, los astros tendrían la cura entre las plantas y minerales que tenían bajo su influencia; es poco antes del Renacimiento, durante toda la duración de éste y unos cuantos años más, el tiempo en el que la medicina entra en un último y pleno contacto con la alquimia y la botánica, además de con la magia, antes de llegar a la modernidad,  por supuesto, y durante el lapso en el que se recetan líquidos obtenidos de la refinación y mezcla de metales y químicos en general, hierbas, y amuletos.
El hombre tenía muy presenta  la imagen de Adán colocado en el Edén sobre todos los seres creados, sintiéndose con poder y luz para crecer, también inspirado por los clásicos para, al mismo tiempo, hacer contacto con la naturaleza, conociendo sus espíritus ocultos (sílfides, ondinas, pigmeos y salamandras), obteniendo de ella el conocimiento y la fuerza, la belleza y los moldes de perfección que también él ambicionaba, y ambiciona, llegar a hacer surgir de sus manos. Para esto necesitaba del favor de los astros y toda la Corte Celeste.
Hierofante de Hécate.

Doctor Theophrastus Phillippus Bombastus von Hohenheim (1493-1541).

http://plutonencapricornio.blogspot.mx/2012/01/paracelso-y-los-cuatro-elementos.html

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