Mediante el lente de la ciencia… mediante el lente de la magia.
Podemos imaginar un cielo trazado con inflamadas líneas áureas que plasman extravagantes dibujos uniendo las estrellas y guardando medidas respecto a los astros; tal vez una cabra, un toro, unos gemelos, un cangrejo, un león, una doncella, una balanza, un escorpión, un centauro, un hipocampo, un efebo derramando agua y unos peces en sincronía, como misteriosas imágenes influenciadas por los jeroglíficos egipcios o por algunos otros “sagrados” signos de alguna otra antigua civilización; junto a estos signos, una telaraña de medidas, orbitas y cadencias que advierten del paso de astros y cometas, y de las distancias entre ellos, incluso resaltando algunas estrellas, específicamente, para orientar, abajo, en la tierra o en el mar.
De todas estas orientaciones y de los detalladísimos ordenes del cielo también imaginemos que tienen el poder de encausar la soltura de los seres en la tierra con la misma potestad con que arrastran a los pesados y gloriosos astros en el cielo, pues existía un orden divino irrefutable que unía por sus analogías a las cosas en íntima coordinación; entonces tendremos que el paso del sol o cualquier otro astro por las casillas de los enigmáticos símbolos zodiacales ataría con su trayectoria a las piedras, las plantas, los animales y los aromas que estuvieran en estrecha relación con cada casilla, impregnando con sus rayos y vibraciones los sucesos cotidianos de esos periodos como el clima, los negocios, la guerra, el amor, y aún más interesante, los nacimientos; el paso del sol y los astros por las constelaciones impregnaban a su tiempo al humano, al igual que a toda creatura o cosa sobre la tierra o en el mar, es así que a los neonatos, el paso del sol por libra o tauro, los volvía bellos de aspecto y sensibles de pecho, pues ambas estaciones del zodiaco eran regidas por Venus, como también las dominadas por mercurio, géminis y virgo, al ser tocadas por el sol, otorgarían un carácter elocuente al niño y una facilidad para negociar.
Por estas leyes, al nacido bajo los rayos del sol filtrados por cáncer, dominado por la luna, le correspondía, aparte de un carácter maternal e intuitivo, que la plata le fuera benevolente, así como la selenita entre las piedras.
Todo lo referido en estos primeros párrafos lo hubiera conocido con profundidad un astrólogo o cualquier adivino ávido a la realización de horóscopos, ya que incluso la influencia de los astros afectaba los meses, los días y las horas (información muy útil para el fabricante de amuletos y remedios diversos); y tal vez con no tanta extensión, pero sí con claridad, cualquier hombre que presumiera de cultura durante el Renacimiento, pues esta sabiduría astrológica ayudaba a explicar el proceder del destino para conocer, como a los vientos en el mar, la influencia más favorable y así poder decidir lo más adecuadamente posible.
Las estrellas, tenían atados a su brillo, como se mencionó antes, los meses, los días, las horas, las hierbas y las flores, las piedras y metales, y a los animales, además de influir en el humano sobre su carácter, sus habilidades y afinidades laborales e incluso eróticas, más sobre los miembros del cuerpo y las entrañas, que ayudaba a los médicos de la época a prevenir enfermedades o cerciorarse sobre la causa de síntomas, y si los astros hacían fluir enfermedades y afectaciones, los astros tendrían la cura entre las plantas y minerales que tenían bajo su influencia; es poco antes del Renacimiento, durante toda la duración de éste y unos cuantos años más, el tiempo en el que la medicina entra en un último y pleno contacto con la alquimia y la botánica, además de con la magia, antes de llegar a la modernidad, por supuesto, y durante el lapso en el que se recetan líquidos obtenidos de la refinación y mezcla de metales y químicos en general, hierbas, y amuletos.
El hombre tenía muy presenta la imagen de Adán colocado en el Edén sobre todos los seres creados, sintiéndose con poder y luz para crecer, también inspirado por los clásicos para, al mismo tiempo, hacer contacto con la naturaleza, conociendo sus espíritus ocultos (sílfides, ondinas, pigmeos y salamandras), obteniendo de ella el conocimiento y la fuerza, la belleza y los moldes de perfección que también él ambicionaba, y ambiciona, llegar a hacer surgir de sus manos. Para esto necesitaba del favor de los astros y toda la Corte Celeste.
Hierofante de Hécate.![]() |
Doctor Theophrastus Phillippus Bombastus von Hohenheim (1493-1541). http://plutonencapricornio.blogspot.mx/2012/01/paracelso-y-los-cuatro-elementos.html |
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