El blog de literatura renacentista


El blog de literatura renacentista

Publicación de los alumnos de la licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (Gen. 2011-2015)

lunes, 18 de junio de 2012

Defendiendo la realidad dentro de las realidades individuales


Por Nayra Neovalerious


Abstract: No se puede hablar de moral en un mundo donde la decadencia y el caos son el pan de cada día. Cada individuo construye su realidad conforme a sus experiencias y lo que aprende del entorno en el que se desarrolla. Debemos recordar que el lenguaje no define al mundo y que es posible verlo de distintas maneras sin que nuestra visión de la realidad sea errónea.
La situación en Europa del siglo XVI es un mundo de revoluciones religiosas, crisis económica, guerras y una exagerada producción de cuentos de caballerías. Ante ese situación, surge la que se puede llamar la primera novela moderna y de las primeras apariciones del pícaro en la literatura: El Lazarillo de Tormes, de autor anónimo. Este libro nos muestra una realidad de decadencia, donde el personaje principal, Lázaro, aprende acerca de la crueldad del mundo desde pequeño y de la corrupción del ser humano mientras trabaja como criado de diferentes personas. El personaje del pícaro no tiene dignidad, vive en las peores condiciones de pobreza y no puede salir de su situación por más que se esfuerza. Esa es la vida de Lázaro.
Ante una visión tan fatalista de la vida, no podemos decir que hay valores y antivalores en la obra, o bien, una moral como tal. No se debe ver con ojos de nuestro tiempo y bajo nuestras reglas una situación que no se ha vivido por cuenta propia. Pensando en la forma de interpretar el mundo de ese entonces entre todo ese caos, se llega a la conclusión de que hablar de buenas costumbres, cualidades o un comportamiento adecuado termina siendo absurdo. La estructura mental del personaje consiste en el hecho de sobrevivir, sin distinguir el bien del mal. No los conoce. Los únicos males son el hambre y la crueldad.



Un hecho que se debe recordar y muchas veces se olvida, es que el lenguaje no define el mundo en el que vivimos; si no que llega a limitarlo. Esto es notorio cuando se analizan y comparan diversas lenguas, llegando a la conclusión de que algunas tienen palabras que definen conceptos que no existen para otras, pues hay definiciones más especializadas o se toman en cuenta ideas poco entendibles para las demás culturas. Es posible, entonces, que una cosa no exista dentro de nuestro propio universo si no es nombrada. El ser humano pretende explicar todo lo que lo rodea con sus ideas preconcebidas, negando en muchas ocasiones otras formas de ver el mundo. Después de todo, éste existe como lo conocemos gracias a nuestra necesidad por definirlo. Por lo tanto, existe la posibilidad de más interpretaciones, de cuestionar todo lo que conocemos y de tener una visión amplia ante la idea de que cada mente posea una realidad jamás errónea del mundo. A pesar de que habitemos dentro de una sociedad y debamos vivir bajo ciertas reglas para mantener el orden y la armonía, eso no quiere decir que, individualmente, nuestra realidad sea siempre correcta. Después de todo, cada persona posee una mente con su propia interpretación del mundo que jamás concuerda completamente con la de otro ser humano. Ésta se mezcla con los puntos de vista de otros seres para crear la realidad en la que vivimos, es por eso que, mediante cada idea y cada descubrimiento, conformamos lo que llamamos “humanidad”. Tenemos un sistema de ideas preconcebidas tan fuerte que, cuando hay algo que trata de romper con ese equilibrio, inmediatamente tachamos aquello como incorrecto. Debemos comenzar a cuestionarnos si realmente es así, o si simplemente no podemos lidiar con la idea de que no sabemos, en realidad, absolutamente nada del universo en el que vivimos. Muchos prefieren ignorar ese hecho y permanecer en su área de confort para que todo simplemente siga funcionando como lo ha estado haciendo desde hace tiempo. Aún así, los pequeños “errores” en esta gran realidad que conocemos siguen haciéndose presentes.
Como hemos mencionado, dentro de nuestra sociedad también comenzamos a definir cosas para mantener cierto control. Desde un principio le enseñamos a las nuevas generaciones nuestra concepción de “bueno” y “malo”, basadas en creencias religiosas, experiencia propia, o en reglas creadas para mantener un orden en la convivencia con otros. Esos conceptos se quedan muchas veces en nuestras mentes como algo fijo, algo que simplemente es así porque fue de esa forma como nos lo enseñaron. Sin embargo, hay la posibilidad de dudar de esos conceptos si se toman en cuenta esas experiencias y visiones propias de cada individuo. Es por eso que considero que El Lazarillo de Tormes es una obra donde la moral no importa, aunque se piense que en ella se encuentra una gran cantidad de antivalores. El mundo de Lázaro va más allá de lo establecido, y funciona bajo sus propias normas basadas en su experiencia de vida. Aquí es cuando surge por primera vez la figura del pícaro, la cuál va más allá de los héroes con una moral intacta que se mostraban en las historias de la antigüedad, y muestra una visión más decadente y realista, de cierto modo, del ser humano.
Antes de comenzar a analizar el por qué de la inexistencia de antivalores, debe tenerse muy clara la situación histórica, económica, cultural y social de la época. De ese modo también se podrá entender el por qué de la aparición del pícaro y por qué la moral no debería de tomarse en cuenta para definir los sucesos que ocurren en la obra. Tomemos en cuenta que El Lazarillo apareció en 1554. La situación de ese entonces era la siguiente: desde 1517 hasta 1556, España estaba ligada a la empresa imperial que se paga con dinero castellano, el tesoro americano e hipotecando los bienes de Castilla, hasta el punto de que Felipe II tuvo que declarar la bancarrota del estado en 1558 pues, desde 1550, la situación era insostenible. Dos revueltas populares llamadas “comunidades” y “germánicas”, fueron aplastadas. La primera era de carácter social y político en la que estaban involucradas muchas ciudades y muchos conversos. Además, había constantes guerras en Europa por mantener el poder en Alemania, hubo conquista de las tierras más ricas en América y hubo graves conflictos religiosos por parte de la Reforma de Lutero, la intervención de Calvino y, finalmente, el Concilio de Trento con la Contrarreforma. El crecimiento de la población fue de unos 10 millones, los cuáles se concentran mayoritariamente en Castilla. Por ese gran número de población, la riqueza está injustamente repartida y la sociedad fuertemente jerarquizada valoraba por encima de todo el dinero. Sin importar la clase, se puede ver cómo claramente éste es uno de los temas que más está en la mente de las personas.
En cuanto a las clases sociales, el clero y la nobleza son privilegiados ya que no pagan impuestos, estaban obsesionados por la opinión, el honor, y por la limpieza de sangre. Desprecian el trabajo manual y el comercio menor, y tienen un afán por la ostentación, cosa que afecta paulatinamente en el estamento popular.
Por otro lado, están las clases populares que son víctimas de un mal uso del oro americano: hubo un alza espectacular de precios, una abrumadora subida de impuestos y un enriquecimiento de Europa por parte de las clases sociales más altas. Los campesinos se empobrecen y comienzan a emigrar a las ciudades, aumentando con eso el número de mendigos. El hambre, además, se vuelve endémica.
En cuanto al aspecto cultural, literario y religioso, debemos de tomar en cuenta que las ideas de Erasmo siguen en el aire. Sus obras ya habían sido traducidas desde principio de siglo, y sus ideas están presentes en los intelectuales más famosos. Éstas tienen que ver con el cristianismo interior, la propia interpretación de la Biblia, la reforma del clero y un rechazo hacia las obras de caballerías por su inverosimilitud. En ese entonces abundaba una literatura de evasión de la realidad. En la década de 1544 y 1554 hay escasez en la prosa de ficción. Sin embargo, desde 1551 se ensayan formas narrativas que desembocan en lo que podría ser un indicio de la novela moderna: El Lazarillo de Tormes.
La caída de los ideales erasmistas en 1533, y la aparición de la Compañía de Jesús dan paso al Concilio de Trento, y con éste la Contrarreforma.
Es por eso que encontramos tanta estabilidad en el Lazarillo. Las ideas religiosas que solían ser firmes comienzan a tener percances, la situación económica es pésima (en especial para las clases sociales bajas), el hambre abunda, hay periodo de guerras y la literatura que trata de evadir la realidad abunda. Es posible que sea por eso que ante esa situación, alguien decidiera criticar a la sociedad o describir lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Es aquí cuando una posible picaresca sale a la luz.
Ahora bien, ¿cuál es el personaje del pícaro que surge en ese momento? Como ya se había mencionado, en ese entonces abunda una literatura cuyo héroe siempre es perfecto y busca el amor o la aventura. Ante eso, se presenta un “antihéroe”, cuyo contexto es, por lo general, el de un hijo de padres “viles”, el cuál, urgido por la pobreza, se dedica a robar, en ocasiones haciéndolo por simple vicio. Generalmente es un mendigo que carece de ocupación fija, recorre una geografía real y se encuentra solo en medio de una sociedad hostil que está constantemente recordándole sus condiciones de vida. Una de sus preocupaciones mayores es el dinero y subir en la escala social, aunque no siempre lo logra. El dinero que logra ganar difícilmente lo obtiene de manera honrada. Suele tener una apariencia muy descuidada y si llega a tener relaciones con las mujeres, todo termina mal. Además, hay un punto en el que se dignidad deja de importarle y se vuelve en un objeto del mundo que lo rodea, un simple accidente en el paisaje cotidiano. Su lenguaje suele ser una parodia del de los caballeros y cae constantemente en la ironía. En fin, como se puede ver es un ser desdichado que simplemente está en esa situación gracias a las circunstancias sociales que lo rodean, y por más que se esfuerce no puede salir adelante ni salir de ese círculo vicioso.  Es, además, un observador de aquel mundo decadente donde la falsedad de lo que parecía sagrado o noble se hace presente constantemente.
Ante esas condiciones de vida es imposible pensar en comodidades, buenas costumbres y moral. Lo primero que viene a la mente es ese instinto con el que nacemos: el de sobrevivir; además, este se vuelve aún más fuerte cuando se vive en un ambiente hostil donde el ser humano va aprendiendo, mediante la experiencia y la observación de su medio, cómo moverse en este mundo. Las condiciones de las que se aprende a vivir, como ya se vio anteriormente, no son las más adecuadas. La moral, además, siempre viene con la dignidad, y ante la necesidad de salir adelante en vida, ésta se pone en un último término. Lázaro, desde el primer párrafo del libro, nos muestra su situación decadente:
(…) Mi padre, que Dios perdone, tenia cargo de proveer una molienda de una acena, que esta ribera de aquel río, en la cual fue molinero mas de quince anos; y estando mi madre una noche en la acena, preñada de mí, tomole el parto y pariome allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río. Pues siendo yo niño de ocho anos, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo que fue preso, y confeso y no negó y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que esta en la Gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida.[1]
En esa condición de pobreza y ante las primeras visiones de su infancia donde su madre, después de la muerte de su padre, tiene un hijo con un esclavo, es claro que no tiene las bases de una familia sólida ni vive en las mejores condiciones. Por eso y por su desarrollo durante todo el libro es por lo que se podría decir que empieza a aparecer un pícaro en la literatura, representado por Lázaro. En un principio, él llega a darse cuenta de su condición a pesar de que es muy joven para entenderlo. Más tarde se va de casa ante la posibilidad de ser el criado de un sordo y obtener mejores condiciones de vida. Sin embargo, poco a poco se da cuenta de lo que ocurre en el mundo y cómo la corrupción rompiendo con las anteriores visiones del bien absoluto es lo que hace que la gente pueda vivir en las mejores condiciones. Las trampas, al parecer, son la única arma en un mundo hostil. La dignidad es nula, pues el personaje piensa en mantenerse con vida sin importar qué pase a su alrededor. El único mal para él ya no es el delito, sino el hambre y la crueldad con la que la vida lo trata. Así es como la experiencia propia del personaje al toparse con diversos hombres que le muestran su verdadera cara detrás de una máscara que aparentan en la sociedad, también existe el principal motivo del Lazarillo en toda la obra: alimentarse. Ese es el motor que lo empuja a buscar la manera de obtener la comida de la manera más fácil y rápida posible. Así, viendo los modelos de corrupción, avaricia y demás males reflejados en sus dueños, se da cuenta que imitando esas actitudes es posible aprovecharse de la gente y obtener lo que se quiere. Pero no sólo eso: la necesidad fisiológica del personaje lo empuja a tratar de obtener alimento sin siquiera distinguir qué está “bien” y qué está “mal”. Él no conoce estos valores y sólo piensa en llenar su estómago. Eso se ve durante toda la obra, pero donde comienza a formarse ese punto de vista es durante todo el Tratado Segundo, cuando Lazarillo se asentó con un clérigo y éste le daba menos comida que su anterior dueño, el ciego. Invadido por la desesperación de obtener alimento, decide valerse de trucos que él mismo inventa para robar pan de la arca del clérigo. Un fragmento de esta parte de la historia dice:

Mas como la hambre creciese, mayormente que tenia el estomago hecho a mas pan aquellos dos o tres días ya dichos, moría mala muerte; tanto, que otra cosa no hacia en viéndome solo sino abrir y cerrar el arca y contemplar en aquella cara de Dios, que ansí dicen los niños.[2]

Dentro de la visión que se va formando poco a poco del mundo, tiene claro que debe satisfacer las necesidades propias y esas necesidades son las que comienzan a mandar en su cabeza. Su lógica y razón se valen de ellas. Es tanto ese dominio que su vida gira únicamente en torno al hecho de alimentarse. Esto se ve en el siguiente fragmento del mismo capítulo:

Como la necesidad sea tan gran maestra, viéndome con tanta, siempre, noche y día, estaba pensando la manera que ternia en sustentar el vivir; y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que el ingenio con ella se avisa y al contrario con la hartura, y así era por cierto en mi.[3]

Cuando se llega al tercer tratado, Lázaro se da cuenta de que puede valerse por su cuenta, ya que el escudero con el que está no tiene dinero ni bienes, y el siervo es el que termina alimentándolo y cuidándolo. A pesar de eso, el agradecimiento nunca llega, pues éste termina por huir de las deudas que tenía y dejar a Lázaro sufrir el castigo. Por suerte, las vecinas abogaron por su inocencia.
Conforme va cambiando de dueños, sigue viendo sus males. Con uno aprende de placeres mientras que con otro, un buldero, aprende la enorme corrupción que hay en la iglesia. Esto se debe al contexto desequilibrado de las ideas que había en ese entonces que ya vimos anteriormente. Había tanta divinidad que quería mostrarse cuando en realidad es probable que todo terminara siendo vil y terrenal. Para Lázaro, como observador, no existen esas bondades de las que se habla. Toda su vida aprende lo cruel que es la gente entre sí. Ante una crisis tan grande de la época, las viejas historias de caballerías tratando de escapar de la realidad, son más bien una burla para el autor del libro. Hay algo más pasando detrás, los valores de los que se habla no existen en absoluto para él, ya que mira a su alrededor y se da cuenta de la situación.  La visión de las cosas es bastante deprimente.
Ahora, ¿por qué insistir en la inexistencia de la moral en El Lazarillo de Tormes? La conclusión es más que lógica ahora. No se puede hablar de valores o antivalores porque la visión del personaje, y muy probablemente del autor, ante la vida, no se basa en eso. Su estructura mental está enfocada en el hecho de comer al día siguiente sin importar qué se tenga que hacer. El caos y la desesperación reinan a su alrededor, y las únicas esperanzas se encuentran enterradas bajo toda la confusión de esta época. Su realidad, por lo tanto, es distinta a la nuestra. No podemos juzgar con nuestros ojos y bajo nuestras reglas un mundo que no nos tocó vivir y que funciona de manera completamente diferente. Es por eso que no debe de tomarse en cuenta la moral el libro, a pesar de que tal vez pretende mostrar la pérdida de valores. Ante un mundo hostil, cada quien conforma su realidad con lo que ve y experimenta. La visión nunca es errónea, simplemente es otra forma de avanzar como se pueda en esta vida.






FUENTES CONSULTADAS

·      AYUSO DE VICENTE, Victoria. Guía de lectura de “El Lazarillo de Tormes”. Ediciones Akal, España, 1994.
·      ANÓNIMO. El Lazarillo de Tormes. Ediciones Creedimar, México, 1993.



[1] ANÓNIMO. El Lazarillo de Tormes. Ediciones Creedimar, México, 1993. pp. 4
[2] ANÓNIMO. El Lazarillo de Tormes. Ediciones Creedimar, México, 1993. pp. 10
[3] ANÓNIMO. El Lazarillo de Tormes. Ediciones Creedimar, México, 1993. pp. 14

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