Por Nayra Neovalerious
Abstract: No se puede hablar de moral en un mundo donde la
decadencia y el caos son el pan de cada día. Cada individuo construye su
realidad conforme a sus experiencias y lo que aprende del entorno en el que se
desarrolla. Debemos recordar que el lenguaje no define al mundo y que es
posible verlo de distintas maneras sin que nuestra visión de la realidad sea
errónea.
La situación en Europa del siglo XVI es un
mundo de revoluciones religiosas, crisis económica, guerras y una exagerada
producción de cuentos de caballerías. Ante ese situación, surge la que se puede
llamar la primera novela moderna y de las primeras apariciones del pícaro en la
literatura: El Lazarillo de Tormes,
de autor anónimo. Este libro nos muestra una realidad de decadencia, donde el
personaje principal, Lázaro, aprende acerca de la crueldad del mundo desde
pequeño y de la corrupción del ser humano mientras trabaja como criado de
diferentes personas. El personaje del pícaro no tiene dignidad, vive en las
peores condiciones de pobreza y no puede salir de su situación por más que se
esfuerza. Esa es la vida de Lázaro.
Ante una visión tan fatalista de la vida,
no podemos decir que hay valores y antivalores en la obra, o bien, una moral
como tal. No se debe ver con ojos de nuestro tiempo y bajo nuestras reglas una
situación que no se ha vivido por cuenta propia. Pensando en la forma de
interpretar el mundo de ese entonces entre todo ese caos, se llega a la
conclusión de que hablar de buenas costumbres, cualidades o un comportamiento
adecuado termina siendo absurdo. La estructura mental del personaje consiste en
el hecho de sobrevivir, sin distinguir el bien del mal. No los conoce. Los
únicos males son el hambre y la crueldad.
Un
hecho que se debe recordar y muchas veces se olvida, es que el lenguaje no
define el mundo en el que vivimos; si no que llega a limitarlo. Esto es notorio
cuando se analizan y comparan diversas lenguas, llegando a la conclusión de que
algunas tienen palabras que definen conceptos que no existen para otras, pues
hay definiciones más especializadas o se toman en cuenta ideas poco entendibles
para las demás culturas. Es posible, entonces, que una cosa no exista dentro de
nuestro propio universo si no es nombrada. El ser humano pretende explicar todo
lo que lo rodea con sus ideas preconcebidas, negando en muchas ocasiones otras
formas de ver el mundo. Después de todo, éste existe como lo conocemos gracias
a nuestra necesidad por definirlo. Por lo tanto, existe la posibilidad de más
interpretaciones, de cuestionar todo lo que conocemos y de tener una visión
amplia ante la idea de que cada mente posea una realidad jamás errónea del
mundo. A pesar de que habitemos dentro de una sociedad y debamos vivir bajo
ciertas reglas para mantener el orden y la armonía, eso no quiere decir que,
individualmente, nuestra realidad sea siempre correcta. Después de todo, cada
persona posee una mente con su propia interpretación del mundo que jamás
concuerda completamente con la de otro ser humano. Ésta se mezcla con los
puntos de vista de otros seres para crear la realidad en la que vivimos, es por
eso que, mediante cada idea y cada descubrimiento, conformamos lo que llamamos
“humanidad”. Tenemos un sistema de ideas preconcebidas tan fuerte que, cuando
hay algo que trata de romper con ese equilibrio, inmediatamente tachamos
aquello como incorrecto. Debemos comenzar a cuestionarnos si realmente es así,
o si simplemente no podemos lidiar con la idea de que no sabemos, en realidad,
absolutamente nada del universo en el que vivimos. Muchos prefieren ignorar ese
hecho y permanecer en su área de confort para que todo simplemente siga
funcionando como lo ha estado haciendo desde hace tiempo. Aún así, los pequeños
“errores” en esta gran realidad que conocemos siguen haciéndose presentes.
Como hemos mencionado, dentro de nuestra sociedad también
comenzamos a definir cosas para mantener cierto control. Desde un principio le
enseñamos a las nuevas generaciones nuestra concepción de “bueno” y “malo”,
basadas en creencias religiosas, experiencia propia, o en reglas creadas para
mantener un orden en la convivencia con otros. Esos conceptos se quedan muchas
veces en nuestras mentes como algo fijo, algo que simplemente es así porque fue
de esa forma como nos lo enseñaron. Sin embargo, hay la posibilidad de dudar de
esos conceptos si se toman en cuenta esas experiencias y visiones propias de
cada individuo. Es por eso que considero que El Lazarillo de Tormes es
una obra donde la moral no importa, aunque se piense que en ella se encuentra
una gran cantidad de antivalores. El mundo de Lázaro va más allá de lo
establecido, y funciona bajo sus propias normas basadas en su experiencia de
vida. Aquí es cuando surge por primera vez la figura del pícaro, la cuál va más
allá de los héroes con una moral intacta que se mostraban en las historias de
la antigüedad, y muestra una visión más decadente y realista, de cierto modo,
del ser humano.
Antes de comenzar a analizar el por qué de la
inexistencia de antivalores, debe tenerse muy clara la situación histórica, económica,
cultural y social de la época. De ese modo también se podrá entender el por qué
de la aparición del pícaro y por qué la moral no debería de tomarse en cuenta
para definir los sucesos que ocurren en la obra. Tomemos en cuenta que El
Lazarillo apareció en 1554. La situación de ese entonces era la siguiente:
desde 1517 hasta 1556, España estaba ligada a la empresa imperial que se paga
con dinero castellano, el tesoro americano e hipotecando los bienes de
Castilla, hasta el punto de que Felipe II tuvo que declarar la bancarrota del
estado en 1558 pues, desde 1550, la situación era insostenible. Dos revueltas
populares llamadas “comunidades” y “germánicas”, fueron aplastadas. La primera
era de carácter social y político en la que estaban involucradas muchas
ciudades y muchos conversos. Además, había constantes guerras en Europa por
mantener el poder en Alemania, hubo conquista de las tierras más ricas en
América y hubo graves conflictos religiosos por parte de la Reforma de Lutero,
la intervención de Calvino y, finalmente, el Concilio de Trento con la
Contrarreforma. El crecimiento de la población fue de unos 10 millones, los
cuáles se concentran mayoritariamente en Castilla. Por ese gran número de
población, la riqueza está injustamente repartida y la sociedad fuertemente
jerarquizada valoraba por encima de todo el dinero. Sin importar la clase, se
puede ver cómo claramente éste es uno de los temas que más está en la mente de
las personas.
En cuanto a las clases sociales, el clero y la nobleza
son privilegiados ya que no pagan impuestos, estaban obsesionados por la
opinión, el honor, y por la limpieza de sangre. Desprecian el trabajo manual y
el comercio menor, y tienen un afán por la ostentación, cosa que afecta
paulatinamente en el estamento popular.
Por otro lado, están las clases populares que son
víctimas de un mal uso del oro americano: hubo un alza espectacular de precios,
una abrumadora subida de impuestos y un enriquecimiento de Europa por parte de
las clases sociales más altas. Los campesinos se empobrecen y comienzan a
emigrar a las ciudades, aumentando con eso el número de mendigos. El hambre,
además, se vuelve endémica.
En cuanto al aspecto cultural, literario y religioso,
debemos de tomar en cuenta que las ideas de Erasmo siguen en el aire. Sus obras
ya habían sido traducidas desde principio de siglo, y sus ideas están presentes
en los intelectuales más famosos. Éstas tienen que ver con el cristianismo
interior, la propia interpretación de la Biblia, la reforma del clero y un
rechazo hacia las obras de caballerías por su inverosimilitud. En ese entonces
abundaba una literatura de evasión de la realidad. En la década de 1544 y 1554
hay escasez en la prosa de ficción. Sin embargo, desde 1551 se ensayan formas
narrativas que desembocan en lo que podría ser un indicio de la novela moderna:
El Lazarillo de Tormes.
La caída de los ideales erasmistas en 1533, y la
aparición de la Compañía de Jesús dan paso al Concilio de Trento, y con éste la
Contrarreforma.
Es por eso que encontramos tanta estabilidad en el Lazarillo.
Las ideas religiosas que solían ser firmes comienzan a tener percances, la
situación económica es pésima (en especial para las clases sociales bajas), el
hambre abunda, hay periodo de guerras y la literatura que trata de evadir la
realidad abunda. Es posible que sea por eso que ante esa situación, alguien
decidiera criticar a la sociedad o describir lo que estaba ocurriendo a su
alrededor. Es aquí cuando una posible picaresca sale a la luz.
Ahora bien, ¿cuál es el personaje del pícaro que surge en
ese momento? Como ya se había mencionado, en ese entonces abunda una literatura
cuyo héroe siempre es perfecto y busca el amor o la aventura. Ante eso, se
presenta un “antihéroe”, cuyo contexto es, por lo general, el de un hijo de
padres “viles”, el cuál, urgido por la pobreza, se dedica a robar, en ocasiones
haciéndolo por simple vicio. Generalmente es un mendigo que carece de ocupación
fija, recorre una geografía real y se encuentra solo en medio de una sociedad
hostil que está constantemente recordándole sus condiciones de vida. Una de sus
preocupaciones mayores es el dinero y subir en la escala social, aunque no
siempre lo logra. El dinero que logra ganar difícilmente lo obtiene de manera
honrada. Suele tener una apariencia muy descuidada y si llega a tener
relaciones con las mujeres, todo termina mal. Además, hay un punto en el que se
dignidad deja de importarle y se vuelve en un objeto del mundo que lo rodea, un
simple accidente en el paisaje cotidiano. Su lenguaje suele ser una parodia del
de los caballeros y cae constantemente en la ironía. En fin, como se puede ver
es un ser desdichado que simplemente está en esa situación gracias a las
circunstancias sociales que lo rodean, y por más que se esfuerce no puede salir
adelante ni salir de ese círculo vicioso. Es, además, un observador de
aquel mundo decadente donde la falsedad de lo que parecía sagrado o noble se
hace presente constantemente.
Ante esas condiciones de vida es imposible pensar en
comodidades, buenas costumbres y moral. Lo primero que viene a la mente es ese
instinto con el que nacemos: el de sobrevivir; además, este se vuelve aún más
fuerte cuando se vive en un ambiente hostil donde el ser humano va aprendiendo,
mediante la experiencia y la observación de su medio, cómo moverse en este
mundo. Las condiciones de las que se aprende a vivir, como ya se vio
anteriormente, no son las más adecuadas. La moral, además, siempre viene con la
dignidad, y ante la necesidad de salir adelante en vida, ésta se pone en un
último término. Lázaro, desde el primer párrafo del libro, nos muestra su
situación decadente:
(…) Mi padre, que Dios perdone, tenia cargo de proveer
una molienda de una acena, que esta ribera de aquel río, en la cual fue
molinero mas de quince anos; y estando mi madre una noche en la acena, preñada
de mí, tomole el parto y pariome allí: de manera que con verdad puedo decir
nacido en el río. Pues siendo yo niño de ocho anos, achacaron a mi padre
ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por
lo que fue preso, y confeso y no negó y padeció persecución por justicia.
Espero en Dios que esta en la Gloria, pues el Evangelio los llama
bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los
cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho,
con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal
criado, feneció su vida.[1]
En esa condición de pobreza y ante las primeras visiones
de su infancia donde su madre, después de la muerte de su padre, tiene un hijo
con un esclavo, es claro que no tiene las bases de una familia sólida ni vive
en las mejores condiciones. Por eso y por su desarrollo durante todo el libro
es por lo que se podría decir que empieza a aparecer un pícaro en la literatura,
representado por Lázaro. En un principio, él llega a darse cuenta de su
condición a pesar de que es muy joven para entenderlo. Más tarde se va de casa
ante la posibilidad de ser el criado de un sordo y obtener mejores condiciones
de vida. Sin embargo, poco a poco se da cuenta de lo que ocurre en el mundo y
cómo la corrupción rompiendo con las anteriores visiones del bien absoluto es
lo que hace que la gente pueda vivir en las mejores condiciones. Las trampas,
al parecer, son la única arma en un mundo hostil. La dignidad es nula, pues el
personaje piensa en mantenerse con vida sin importar qué pase a su alrededor.
El único mal para él ya no es el delito, sino el hambre y la crueldad con la
que la vida lo trata. Así es como la experiencia propia del personaje al
toparse con diversos hombres que le muestran su verdadera cara detrás de una
máscara que aparentan en la sociedad, también existe el principal motivo del
Lazarillo en toda la obra: alimentarse. Ese es el motor que lo empuja a buscar
la manera de obtener la comida de la manera más fácil y rápida posible. Así,
viendo los modelos de corrupción, avaricia y demás males reflejados en sus
dueños, se da cuenta que imitando esas actitudes es posible aprovecharse de la
gente y obtener lo que se quiere. Pero no sólo eso: la necesidad fisiológica
del personaje lo empuja a tratar de obtener alimento sin siquiera distinguir
qué está “bien” y qué está “mal”. Él no conoce estos valores y sólo piensa en
llenar su estómago. Eso se ve durante toda la obra, pero donde comienza a
formarse ese punto de vista es durante todo el Tratado Segundo, cuando
Lazarillo se asentó con un clérigo y éste le daba menos comida que su anterior
dueño, el ciego. Invadido por la desesperación de obtener alimento, decide
valerse de trucos que él mismo inventa para robar pan de la arca del clérigo.
Un fragmento de esta parte de la historia dice:
Mas como la hambre creciese, mayormente que tenia el
estomago hecho a mas pan aquellos dos o tres días ya dichos, moría mala muerte;
tanto, que otra cosa no hacia en viéndome solo sino abrir y cerrar el arca y
contemplar en aquella cara de Dios, que ansí dicen los niños.[2]
Dentro de la visión que se va formando poco a poco
del mundo, tiene claro que debe satisfacer las necesidades propias y esas
necesidades son las que comienzan a mandar en su cabeza. Su lógica y razón se
valen de ellas. Es tanto ese dominio que su vida gira únicamente en torno al
hecho de alimentarse. Esto se ve en el siguiente fragmento del mismo capítulo:
Como la necesidad sea tan gran maestra, viéndome con
tanta, siempre, noche y día, estaba pensando la manera que ternia en sustentar
el vivir; y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la
hambre, pues dicen que el ingenio con ella se avisa y al contrario con la
hartura, y así era por cierto en mi.[3]
Cuando se llega al tercer tratado, Lázaro se da cuenta de
que puede valerse por su cuenta, ya que el escudero con el que está no tiene
dinero ni bienes, y el siervo es el que termina alimentándolo y cuidándolo. A
pesar de eso, el agradecimiento nunca llega, pues éste termina por huir de las
deudas que tenía y dejar a Lázaro sufrir el castigo. Por suerte, las vecinas
abogaron por su inocencia.
Conforme va cambiando de dueños, sigue viendo sus males.
Con uno aprende de placeres mientras que con otro, un buldero, aprende la
enorme corrupción que hay en la iglesia. Esto se debe al contexto
desequilibrado de las ideas que había en ese entonces que ya vimos
anteriormente. Había tanta divinidad que quería mostrarse cuando en realidad es
probable que todo terminara siendo vil y terrenal. Para Lázaro, como
observador, no existen esas bondades de las que se habla. Toda su vida aprende
lo cruel que es la gente entre sí. Ante una crisis tan grande de la época, las
viejas historias de caballerías tratando de escapar de la realidad, son más
bien una burla para el autor del libro. Hay algo más pasando detrás, los
valores de los que se habla no existen en absoluto para él, ya que mira a su
alrededor y se da cuenta de la situación. La visión de las cosas es
bastante deprimente.
Ahora, ¿por qué insistir en la inexistencia de la moral
en El Lazarillo de Tormes? La conclusión es más que lógica ahora. No se
puede hablar de valores o antivalores porque la visión del personaje, y muy
probablemente del autor, ante la vida, no se basa en eso. Su estructura mental
está enfocada en el hecho de comer al día siguiente sin importar qué se tenga
que hacer. El caos y la desesperación reinan a su alrededor, y las únicas
esperanzas se encuentran enterradas bajo toda la confusión de esta época. Su
realidad, por lo tanto, es distinta a la nuestra. No podemos juzgar con
nuestros ojos y bajo nuestras reglas un mundo que no nos tocó vivir y que
funciona de manera completamente diferente. Es por eso que no debe de tomarse
en cuenta la moral el libro, a pesar de que tal vez pretende mostrar la pérdida
de valores. Ante un mundo hostil, cada quien conforma su realidad con lo que ve
y experimenta. La visión nunca es errónea, simplemente es otra forma de avanzar
como se pueda en esta vida.
FUENTES CONSULTADAS
· AYUSO DE VICENTE, Victoria. Guía de lectura de “El Lazarillo de Tormes”.
Ediciones Akal, España, 1994.
· ANÓNIMO. El Lazarillo de Tormes. Ediciones Creedimar, México, 1993.