Nayra Neovalerious
La historia que he decido contar en este momento es tan real como todas. Tú, que puedes caminar entre los muertos, comprenderás que los espíritus que aquí habitan tienen siempre una historia que merece ser escuchada una vez antes de que se quede en el olvido, como ocurrió en vida. Esa mujer de allá es una como muchas otras que deciden usar su cuerpo para vivir, lo sé pues yo mismo la conocí en ese entonces cuando la carne dominaba si ser. Ya al final de la jornada ella estaba cansada de andar por un mundo que sólo pretendía comérsela con funestas miradas. Su espíritu ya no soportaba que alguien la sumergiera en mil condenas que sólo se parecían en que serían eternas; para todos ese era el espíritu de alguien que decide vivir su vida como si no existiera Dios ni consecuencias.
Ella era una de esas niñas que nació bajo el humilde techo de una casa campesina, en el quinto recorrido que la luna hace en el cielo el tercer mes del año. Sus ojos azules llamaron la atención de las estrellas y su cabello dorado hacía soñar a los campos con fundirse en su radiante belleza. No había, en todo el pueblo, una sola persona que no quisiera compartir su lecho con ella, pues tanto hombres como mujeres iban a su encuentro sin pensarlo siquiera, siendo controlados por su inigualable hermosura. Pasó un tiempo antes de que la frágil flor se diera cuenta de lo que causaba.
Cierto día de verano, cuando la luz ámbar de las seis de la tarde bañaba los alrededores, la bella joven decidió tomar un camino diferente para llegar a casa y cruzar el río que cruzaba la ciudad. Portaba una cesta llena de duraznos en su cabeza, los cuales equilibraba con destreza. Sin embargo, al no ver una roca en su camino, terminó por tambalearse un poco y casi dejar caer su cargamento. Pese a eso, uno de los frutos cayó inevitablemente al agua y, al extender una de sus delicadas manos para tratar de atraparlo sin éxito, no pudo evitar mirar en ésta su reflejo. Muchos dicen que se admiró tanto de su hermosura ese día que dejó la cesta a un lado para sentarse junto al agua y contemplar todo el día su imagen. Se retiró cuando la luna brillaba más que ella.
Muchos dicen que cuando alguien se da cuenta de su belleza puede llegar a ser un peligro para los demás, pues se da cuenta del poder que tiene. Así lo hizo ella, y durante años trajo tanto a hombres como a mujeres a la perdición con tal de obtener todo lo que deseaba. Nunca tuvo límite alguno que la frenara, hasta que la muerte causada por amar a demasiadas personas terminó por castigarla y hacer que se pudriera por dentro.
Ahora puedes contemplar su desdichada alma y, ¡oh, ten piedad de ella! Es mejor a veces quedarse ciego y jamás darse cuenta de la capacidad que tenemos de pecar. Ella está ahí, en este octavo círculo, apartando eternamente con las manos el estiércol que no le deja ver su reflejo.
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